sábado, 26 de septiembre de 2009

APARECIDA NOS HABLA II

VER (I)

Aparecida nos lanza el reto de la misión continental, puesto que nuestra realidad es distinta a la realidad de los jóvenes a cualquier otra parte del mundo. Así la realidad del joven es distinta a la realidad de cualquier otra persona de edad distinta y a este joven – que somos tu y yo- Jesús le sigue diciendo “ven sígueme” (Mc.10, 21). Pero no es un “ven sígueme” cualquiera es un “ven sigue”, pero antes toma tu Cruz...


Y desde ese seguir a cristo, desde el ser discípulo misionero de Cristo nos enfrentamos a una cruda pero clara realidad que continuamente aqueja a la juventud:

· hoy contemplamos un panorama nada alentador en las familias, en los colegios, en el gobierno e incluso en la religión.

· No encontramos fácilmente ejemplo de vida entre los mayores. El lenguaje, el pensamiento y el estilo de vida que llevan muchos jóvenes resulta hueco e incomprensible.

· Se brindan muchas carreras y vocaciones, pero luego descubrimos que son sólo para unos cuantos.

· Nos es fácil dejarnos atrapar por modelos de vida fáciles y cómodos.

· Las exigencias y los compromisos de vida a largo plazo resultan poco atractivos, vacíos y no llenan nuestras expectativas.

· Muchos se muestran apáticos o indiferentes hacia el bien común, conformistas en su desarrollo humano y truncan nuestros proyectos en busca de algo mejor.

· Nos encontramos constantemente asediados por el fenómeno de las drogas, del alcohol y el dinero fácil, muchos de nuestros amigos y conocidos ven frustrada su vida a muy temprana edad por estos motivos y/o por un embarazo precoz.

· Es preocupante también ver en la actualidad que se vuelve en algo normal y de cada día el suicidio, la violencia y la cultura de muerte.

· En otros casos después de mucha inversión de tiempo y de dinero, muchos de jóvenes se suman a las filas del desempleo al término de sus estudios; y no por mediocridad y dejadez, sino por falta de oportunidades en esta sociedad.

· Muchas veces no encontramos el acompañamiento adecuado ni en la Iglesia, ni en el colegio, ni en nuestras familias, ni en la sociedad.



Ante todo esto Dios nos recuerda que no estamos solos; que así como el joven David ante el desafio que el mismo le puso nos acompaña (1 Sam. 16-17) y nos da las armas suficientes para cumplir con nuestra Misión, aunque nos parezcan insignificantes son las suficientes para lograr el objetivo.

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