miércoles, 20 de abril de 2016

LA ORACIÓN



La oración es el constituyente sintáctico independiente más pequeño capaz de informar o expresar por medio de un idioma la realización de un enunciado, esto es, revelar con palabras el contenido de una proposición lógica, un mandato, una petición, una pregunta o, en general, un acto ilocutivo o de habla que incluya algún tipo de predicado o desarrollo sintáctico estructurado y completo, como por ejemplo en “Ese profesor ha enseñado bien la gramática a sus alumnos”. Se efectúa en un contexto y situación determinados y, con frecuencia, con el apoyo de otros códigos de signos no lingüísticos concurrentes, como los gestos.

SEGÚN LA FONOLOGÍA, las oraciones están delimitadas prosódicamente por pausas y una entonación determinada. La pausa inicial suele señalarse en la escritura con una mayúscula y, la final, con un punto o, más raramente, con coma o punto y coma.
Se diferencia de las frases en su completitud descriptiva y en que poseen estructura compleja o analítica, ya que expresiones como ¡alto!, buenos días, sí, no y las llamadas proformas poseen un sentido completo, pero no pueden denominarse oraciones a causa de su estructura simplificada o sintética o de su carácter sustitutorio.

CLASIFICACIÓN DE LAS ORACIONES

CRITERIOS SINTÁCTICOS
La gramática tradicional trata las oraciones desde un punto de vista de componentes inmediatos y distingue en primer lugar entre oraciones simples y oraciones complejas o compuestas.

Oraciones simples: Son aquellas en las que hay un solo verbo núcleo del predicado: "A Carlos le gusta el fútbol"
Oraciones compuestas: son aquellas en las que hay más de un verbo núcleo de predicado, por lo que dos o más oraciones forman una más grande; por ejemplo: A Carlos le gusta el fútbol, pero a María solo le gusta el cricket. Se distinguen tres clases:

Oraciones coordinadas: Aquellas que son intercambiables de posición sin que el significado global se altere en lo más mínimo: "María plancha y Pedro barre" = " Pedro barre y María plancha". "María plancha, pero Pedro barre" = "Pedro barre, pero María plancha". "¿Vienes o te quedas? = ¿Te quedas o vienes?"
Oraciones compuestas coordinadas copulativas (que no deben ser confundidas con las oraciones simples copulativas o atributivas). Son aquellas que suman sus significados para formar uno mayor: "El día era soleado y no había nubes apenas"

Oraciones compuestas coordinadas adversativas: aquellas que van precedidas por una conjunción adversativa (pero, sino, aunque, no obstante, mas, sino que). Contradicen el significado de la oración a la que se unen por la susodicha conjunción. (Ej.: "Llueve, pero no me mojo").

Oraciones compuestas coordinadas disyuntivas: aquellas que van precedidas por una conjunción disyuntiva (o, u). Expresan alternativas u opciones: "¿Vienes o te quedas?" "Iré al cine o me quedaré en casa"
Oraciones yuxtapuestas: Aquellas que no se unen por nexo alguno, sino por algún signo de puntuación: "Era muy tarde. Nos fuimos."
Oraciones subordinadas: Aquellas oraciones que hacen parte de otra principal y desempeñan en ella la función que realiza otra palabra, ya sea de sustantivo (subordinadas sustantivas), adjetivo (subordinadas adjetivas) o adverbio (subordinadas adverbiales).

Tradicionalmente, estas oraciones se han denominado subordinadas y principal a la oración de la que forma parte. Las oraciones subordinadas carecen, por sí solas de significación y se ligan a las principales mediante conjunciones subordinantes.

Este enfoque difiere grandemente de los enfoques más formales, y en cierto modo más aplicables a la generalidad de lenguas del mundo. En estos enfoques lo más importante no es la cualidad de los elementos de unión en las oraciones compuestas sino el tipo de estructura jerárquica que se da entre las diversas partes de dicha oración.

SEGÚN LA DIVISIBILIDAD
Dentro del enfoque funcionalista las oraciones se clasifican en:

ORACIONES UNIMEMBRES

Se llaman a veces también predicados directos y no se pueden dividir en sujeto-predicado, sino que tienen su propia categorización según el tipo de información que comunican. Las interjecciones, las exclamaciones, los vocativos, las respuestas a preguntas o los imperativos desnudos son oraciones unimembres por ejemplo. En cambio en el análisis generativista este tipo de actos de habla no se considera que tengan estructura sintáctica.

ORACIONES BIMEMBRES
Son aquellas que poseen dos miembros (o constituyentes sintácticos) y por lo tanto, pueden ser analizadas estructuralmente según sus partes. Se reconocen dos grandes grupos:

Oraciones bimembres averbales: no poseen verbos conjugados —los verboides, o «tiempos no personales del verbo» (gerundio, participio e infinitivo) no son parte del paradigma de conjugación— y se componen de dos partes: el soporte y el aporte. Desde un punto de vista generativo son oraciones que no tienen estructura de sintagma de tiempo. Algunos ejemplos:
«Robin Williams, premiado por la Academia».¨
«Flor Violeta, la más hermosa del mundo».
«La selección de fútbol, muy cerca del triunfo».
«En peligro víctimas de choque».

Oraciones bimembres verbales: en cierto modo este es el prototipo de oración, con un verbo flexionado según el tiempo. Tradicionalmente se consideran formadas por un sujeto y un predicado; o según el análisis generativo son un sintagma de tiempo con el sujeto ocupando la posición de especificador del mismo y el verbo flexionado la posición de núcleo oracional.
ORACIONES SEGÚN LA FORMA DEL SUJETO
Según el tipo de sintagma nominal que hace de sujeto las oraciones se pueden clasificar en:

Oraciones personales explícitas, en las que existe un sintagma nominal fonéticamente realizado que es sujeto de la oración.

Oraciones personales implícitas o elípticas. En la que no aparece ningún sujeto explícitamente, y se analizan comúnmente como casos de sujeto elíptico.

Oraciones impersonales, en las que no existe sujeto explícito ni implícito. Normalmente se refiere a oraciones que expresan situaciones atmosféricas (llueve, hace frío, ...), existenciales (hay comida), para las que no existe un referente que pudiera ser interpretado como sujeto semántico de la oración. Y las impersonales (pseudo)reflejas del tipo aquí se vive bien tiene sujeto...

ORACIONES SEGÚN LA COMPLEJIDAD DEL PREDICADO
Según la forma del sintagma verbal o en particular el número de verbos flexionados las oraciones se pueden clasificar en simples o compuestas:

Oraciones simples, tradicionalmente analizadas como formadas por un único predicado. Desde el punto de vista generativa contienen un único núcleo de inflexión o de tiempo.

Oraciones compuestas, en las que existe más de un verbo conjugado, y en las que por tanto alguno de los constituyentes sintácticos, es una oración subordinada o sintagma temporal que a su vez es parte del sintagma temporal mayor que constituye la oración compuesta completa.

Una oración subordinada (o secundaria) es una oración que depende de la proposición principal. Es decir, la oración subordinada es una oración que es a su vez un constituyente sintáctico de otro sintagma que no es oración. Y por tanto, la oración subordinada no tiene una autonomía sintáctica (si es considerada sola) y es “subordinada” por otra, siendo locuciones adverbiales o conjunciones. La oración subordinada puede ser explícita (verbo conjugado en un modo definido) o implícita (el verbo está conjugado en un modo indefinido).

ORACIONES SEGÚN LA FUERZA ILOCUTIVA
Enunciativas o declarativas, a las que en general puede dotárseles de un valor de verdad y que a su vez se dividen —según contengan elementos de negación o no— en afirmativas y negativas.

Exhortativas o imperativas, que en general no tienen un valor de verdad asignable ya que no reflejan un estado de hechos. Las oraciones exhortativas también se conocen como oraciones imperativas. Este tipo de oraciones expresan un consejo, ruego, mandato o prohibición. Los indicadores de la modalidad en este tipo de oraciones es el uso de las formas verbales en imperativo y en subjuntivo. Un ejemplo de esta oración es: “¡Escuchad esta noticia!”.

Exclamativas, tampoco tienen un valor de verdad y tienen una finalidad expresiva, y en lenguas indoeuropeas frecuentemente son introducidas por un complementador. El hablante suele expresar sus sentimientos de alegría, dolor, admiración, sorpresa,etc... es decir, expresa afectividad, manifiestan una emoción. El indicador de modalidad que interviene en estos tipos de oraciones es la entonación. Esta nos ayuda a distinguir la oración exclamativa del resto de oraciones. Siempre va con signos de exclamación, por ejemplo: “¡Qué bonito día hizo ayer!”.

Interrogativas, las oraciones interrogativas no tienen valor de verdad sino que sirven para pedir información. En las lenguas indoeuropeas es frecuente que empiecen con un interrogativo de tipo pronominal dislocado al principio de la frase e inviertan el orden del sujeto y el verbo (¿Qué está diciendo ese hombre en voz alta?). Algunas oraciones interrogativas (de respuesta sí/no) no tienen palabra interrogativa al principio pero sí tienen inversión (¿Ya sabe Pedro lo que ha pasado?). Para verlo se explicitan los diagramas sintácticos propuestos para las oraciones (a) y (b):
(a) Juan devolvió el libro
(b) ¿Devolvió Juan el libro?

Dubitativas, estas oraciones expresan una suposición o probabilidad. Los indicadores de modalidad de estas oraciones son el uso de los verbos en futuro de indicativo o en condicional. Un ejemplo de este tipo de oraciones: Sería una chica muy tranquila.


Optativa o desiderativa: Las oraciones optativas también se pueden llamar desiderativas. Expresan un deseo y a veces se pueden pronunciar en forma exclamativa. Los indicadores de la modalidad que podemos identificar en este tipo de oraciones es el uso de los tiempos verbales en subjuntivo. También es habitual utilizar la interjección “OJALÁ” como otro indicador de la modalidad. Un ejemplo de oración optativa es: “¡Ojalá eso que me han contado no sea verdad!



miércoles, 6 de abril de 2016

EL CABALLERO CARMELO DE ABRAHAM VALDELOMAR

Los hechos relatados transcurren en Pisco, en torno a la familia del narrador, quien recuerda en primera persona un episodio imborrable que vivió en su niñez, a fines del siglo XIX. Un día, después de un largo viaje, Roberto, el hermano mayor de la familia, llegó cabalgando cargado de regalos para sus padres y hermanos. A cada uno entregó un regalo; pero el que más impacto causó fue el que entregó a su padre: un gallo de pelea de impresionante color y porte. Le pusieron por nombre el «Caballero Carmelo» y pronto se convirtió en un gran peleador, ganador en múltiples duelos gallísticos. Ya viejo, el gallo fue retirado del oficio y todos esperaban que culminaría sus días de muerte natural. Pero cierto día el padre, herido en su amor propio cuando alguien se atrevió a decirle que su «Carmelo» no era un gallo de raza, para demostrar lo contrario pactó una pelea con otro gallo de fama, el «Ajiseco», que aunque no se igualaba en experiencia con el «Carmelo», tenía sin embargo la ventaja de ser más joven. Hubo sentimiento de pena en toda la familia, pues sabían que el «Carmelo» ya no estaba para esas lides. Pero no hubo marcha atrás, la pelea estaba pactada y se efectuaría en el día de la Patria, el 28 de julio, en el vecino pueblo de San Andrés. Llegado el día, los niños varones de la familia acudieron a observar el espectáculo, acompañando al padre. Encontraron al pueblo engalanado, con sus habitantes vestidos con sus mejores trajes. Las peleas de gallos se realizaban en una pequeña cancha adecuada para la ocasión. Luego de una interesante pelea gallística les tocó el turno al «Ajiseco» y al «Carmelo». Las apuestas vinieron y como era de esperar, hasta en las tribunas llevaba la ventaja el «Ajiseco». El «Carmelo» intentaba poner su filuda cuchilla en el pecho del contrincante y no picaba jamás al adversario. En cambio, el «Ajiseco» pretendía imponerse a base de fuerza y aletazos. Repentinamente, vino una confrontación en el aire, los dos contrincantes saltaron. El «Carmelo» salió en desventaja: un hilillo de sangre corrió por su pierna. Las apuestas aumentaron a favor del «Ajiseco». Pero el «Carmelo» no se dio por vencido; herido en carne propia pareció acordarse de sus viejos tiempos y arremetió con furia. La lucha fue cruel e indecisa y llegó un momento en que pareció que sucumbía el «Carmelo». Los partidarios del «Ajiseco» creyeron ganada la pelea, pero el juez, quien estaba atento, se dio cuenta que aún estaba vivo y entonces gritó. «¡Todavía no ha enterrado el pico señores!». Y, efectivamente, el «Carmelo» sacó el coraje que sólo los gallos de alcurnia poseen: cual soldado herido, arremetió con toda su fuerza y de una sola estocada hirió mortalmente al «Ajiseco», quien terminó por «enterrar el pico». El «Carmelo» había ganado la pelea pero quedó gravemente herido. Todos felicitaron a su dueño por la victoria y se retiraron del circo contentos de haber visto una pelea tan reñida. El «Carmelo» fue conducido por Abraham hacia la casa, y aunque toda la familia se prodigó en su atención, no lograron reanimarlo. Tras sobrevivir dos días, el «Carmelo» se levantó al atardecer mirando el horizonte, batió las alas y cantó por última vez, para luego desplomarse y morir apaciblemente, mirando amorosamente a sus amos. Toda la familia quedó apesadumbrada y cenó en silencio aquella noche. Según palabras del autor, esa fue la historia de un gallo de raza, último vástago de aquellos gallos de pelea que fueron orgullo por mucho tiempo del valle del Caucato, fértil región de Ica donde se forjaban dichos paladines.